El 2 de marzo de 2017, las familias de jóvenes detenidos en la comisaría de Pergamino reciben mensajes angustiantes: que vengan, que los mata la policía.
Es un día como todos a la vera del Riachuelo pero en un confuso episodio, una vecina cae al agua. De pronto, las redes sociales se llenan de historias sobre "la piba radioactiva".
Uno de los miles de legajos de la DIPPBA describe una cena en una casa de Bolìvar. Apenas media docena de personas, pero una era Rodolfo Ortega Peña. ¿Por qué le importaba tanto a la DIPPBA?
A veces, pareciera que el mundo que viven las mujeres es uno completamente distinto al que viven los varones cis heterosexuales. ¿Cómo estructura el patriarcado nuestras propias vivencias?
Una crónica de un día cualquiera en la vida de una piba: salir de casa, las advertencias, el miedo de no volver.
En todos los barrios los jóvenes se juntan en la esquina. Una esquina es un lugar donde se encuentran dos calles. Tranquilos pasando el rato. Los barrios son lugares donde la gente solía vivir tranquila, pero cuando muchos jóvenes se juntan a pasar el rato en la esquina, algunos vecinos del barrio tienen miedo. Mucho miedo. Pero esto no siempre fue así.
Una historia común, casi cotidiana: una crisis económica, una fábrica en problemas, un dueño que se borra. Pero también una historia de lucha, de trabajadores que se organizan bajo un lema: ocupar, resistir, producir.
En las localidades pequeñas, hay figuras que se vuelven centrales. Tan centrales que incluso cuando cuando el cura del pueblo es acusados de haber participado en el terrorismo de Estado, la mayoría del pueblo prefiere hacer oídos sordos.
La desigualdad se justifica por discursos sociales que excluyen y atacan a aquelles que se apartan de la norma. Pergamino, como tantas otras ciudades, abandona a muchos colectivos: a trabajadores migrantes explotades en el campo, a las personas con discapacidades, a quienes viven en barrios humildes, a las personas indígenas. Y a veces, ese abandono se convierte en violencia como en el caso de Carlos Quiroz, víctima del gatillo fácil.
El 22 de octubre de 2005, una noticia conmovió a La Plata: Carlos Cajade, un cura revolucionario que intentó construir una sociedad más justa para les pibes, había fallecido. Pero dejaba un legado de ternura y lucha que sus compañeres no olvidarán.